Huracanes Juana y Otto, la Historia se Repite

Nuevamente la provincia de Limón enfrenta una amenza real. El Huracán Otto se acerca lentamente a nuestras costas caribeñas y a los más viejitos les trae  el recuerdo del Huracán Juana que se acercó a la costa costarricense en octubre de 1988. Sorpresivamente esta increíble tormenta cambió su rumbo hacia nuestra hermana Nicaragua causando muerte y destrucción.

Este relato del Juana nos da una perspectiva real de la actual amenaza y como ocurrieron los hechos.

 

Alarma, es lo único que se lee en los diarios, se escucha en la radio y se pasa por la televisión. Y es que el año anterior-1987- el huracán Gilberth no había causado mayores daños a nuestra ciudad. Sin embargo, según los pronósticos del Centro de Huracanes de EE.UU. el peligro era real.
El huracán Joan o Juana – por su nombre latinizado- golpearía frontal y directamente la ciudad de Limón. Así lo presumían los medios de comunicación. El Instituto Meteorológico Nacional de Costa Rica daba por un hecho que así sería. La Comisión de Emergencia decía lo mismo. Todos decían lo mismo. La angustia otra vez se apoderaba de los limonenses. En cuestión de una semana, Juana había pasado de ser una depresión tropical ha alcanzar la categoría 3, azotando las costas de Colombia y parte de las Antillas Mayores y Menores.
El día 18 de octubre de 1988, el diario La Nación informaba que entre el 20 o 21 de octubre, el huracán tocaría las tierras de Limón. ¿Qué peor noticia podíamos recibir? Los vientos de Juana habían alcanzado la increíble velocidad de más de 200 kilómetros en una hora; lo cual lo hacía tremendamente mortífero. Estaba apunto de alcanzar la categoría 5 según la escala Saffir-Simpson .
Tal y como se encontraba la situación para nosotros los limonenses, aquella región marginada de todo proyecto de desarrollo por parte del valle central; nos encontrábamos en una situación verdaderamente difícil. A tres días de que el huracán tocara la ciudad de Limón muchos limonenses estaban realmente preocupados, pues no se sabía qué hacer. Los planes de emergencia del gobierno y de las instituciones responsables, nadie los conocía –si es que llegaron a existir-. Las horas siguieron pasando y la calma en la ciudad de Limón y alrededores se encontraba a punto de ser derribada por los vientos de emergencia. Los canales de televisión lo único que hacían era dar malas noticias, pues el huracán seguía aumentando su poder, y la trayectoria seguía siendo la misma: Puerto Limón.
Como Dios nunca desampara al que pide ayuda, en cuestión de horas las empresas locales de Limón, decidieron hacer algo para impedir que la gente pereciera. Fue así como se establecieron servicios de transporte gratuito para trasladarnos hasta la ciudad de San José, donde los pocos que contamos con la suerte de tener familiares en el valle central, logramos ser acogidos por unos días, mientras todo pasaba.
Fue así como acudimos a la sucursal del Banco Nacional en Limón donde buses de Coopelimon pagados por el mismo Banco Nacional, empezaban a cargar las unidades con todo aquel que decidiese tomar la ayuda. La evacuación fue difícil. Nos preguntábamos si volveríamos a ver lo poco que teníamos. Si las pertenencias, la casa y demás cosas, quedarían en pie luego de la llegada de Juana. Fue duro tener que dejar a las mascotas a su suerte. Uno como niño creo que es el que más sufre por no poder llevar a sus mascotas y demás pertenencias, por pocas y humildes que fuesen. No es para tanto, tenía yo 8 años de edad en aquel entonces.
Y pues bien, cuando ya estuvimos dentro del autobús, era tanta la gente que acudió a subirse a los autobueses que, tuvimos que irnos de pie. Jamás había visto y jamás volví a ver tanta gente abordando autobuses. Fue un viaje largo, no recuerdo bien si la ruta empleada para la evacuación fue vía Turrialba. No lo sé. Comprenderán, era yo un niño en edad escolar que lo único que sentía, eran las ganas de llorar por haber dejado todas las cosas que amaba.
La Guardia Civil se había tomado el control de Limón. Según afirma La Nación, cerca del 95% de la población de Limón fue evacuada. Pasaron las horas y llegó por fin el día en que debía tocar tierra el huracán. Como es lógico, la desinformación es la principal desgracia para el pueblo. Ya en San José, comenzaron los rumores. Los inescrupulosos decían que en ese preciso momento Limón y todos los alrededores estaban siendo devastados por el huracán. Olas de varios metros de altura ingresaban a la ciudad. Los árboles eran arrancados de raíz. Las casas eran destechadas, y derrumbadas. La poca gente que se había quedado en Limón estaba muriendo. Parecía ser, que muchas personas en San José disfrutaban en inventar estas y otras cosas más. Según escuché decir a varios viejos de San José, que en aquella ocasión fue la única vez en que se habían visto más negros en San José y en Cartago. Claro está, estamos hablando de la década de 1980, y aún muchas personas del valle central pensaban y afirmaban categóricamente, que los negros no eran costarricenses, sino que solamente eran eso: negros. Y claro está, los vallecentralinos de ese entonces –y aún hoy día he conocido uno que otro que piensa igual- pensaban que todos los habitantes de la provincia de Limón tenían que ser obligatoriamente negros.
Y pues bien, ya era el día 20 de octubre y Limón no había sido impactado por el huracán, como así lo habían indicado los medios de comunicación, el Instituto Meteorológico y la Comisión de Emergencias. Quizás eso era lo que esperaban y deseaban realmente los medios de comunicación de aquel entonces. Que Limón fuese destruido, para ellos vender noticias. Por tanto, les salió el tiro por la culata. Desgraciadamente otros inocentes fueron los que pagaron los platos rotos.
Los pobres habitantes de Blufields en Nicaragua cargaron con los muertos de ésta tragedia. Juana impactó directamente contra ésta y otras islas del Caribe nicaragüense, provocando marejadas que ahogó a cientos de personas.
Como la atención de los medios de comunicación y de las autoridades encargadas de vigilar éste fenómeno, estaban dando por un hecho que Limón sería devastado; descuidaron la vigilancia de la vertiente pacífica del país.
El 23 de octubre la Nación titulaba en primera Plana: 18 muertos Zona Sur. Los principales impactos de Juana recayeron en la zona sur de Costa Rica, pues aunque no hubo vientos que los azotaran, sí hubo lluvias torrenciales que aumentaron el caudal de los ríos, trayendo consigo inundaciones, deslizamientos y demás destrucción imaginable.
Y es así, en Costa Rica no existe la prevención. Tres años después no tocaría enfrentar la peor catástrofe, el 22 de abril de 1991 al ser casi las 4:00pm, un terremoto de 7,7° en la escala de Richter nos golpeo fuertemente. Se llevó consigo a muchos limonenses y a otros tantos que ni siquiera eran considerados costarricenses (indígenas de Talamanca y Chirripó).
Cuando logramos retornar a nuestra tierra, la situación era normal. Afortunadamente mucho de lo que dejamos, se encontraba intacto aún. Las lluvias seguían pero no era nada para alarmarse.
Como la historia solo atrae a quienes no desean repetir el pasado, es lógico pensar que volverá a tomar a los costarricenses desprevenidos una vez más. Somos por tanto, una sociedad enferma de amnesia, razón por la cual los gobernantes tan solo son un reflejo del “porta mi” que abunda en buena parte de ésta sociedad.
No en vano escribió una vez el doctor Abel Pacheco de la Espriella: “A mi provincia, mi canto y mi esperanza por un mundo que amé más abajo de la piel”

Moraleja:
Ni los hombres de ciencia son capaces de descrifrar el futuro, mucho menos el pensamiento de Dios.
Siempre es necesario estar preparado para lo inesperado.
Y como decían los hombres de antaño: nunca creas en habladas de políticos ni en el llanto de las mujeres.

 

Msc. Homer Dávila G hdavila@geogroupcr.com Geo Group Resources & Projects S.A. Geógrafo y máster en geología.

 

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